Yo, que había vuelto de Madrid a Torrelavega hacía más de un año, ya estaba trabajando. Por las tardes, como veterinario clínico rural por las cuadras de los alrededores de Torrelavega, mientras que las mañanas las tenía ocupadas en la gestión de varias granjas de vacuno de elite pertenecientes a AFCA, Asociación Frisona de Cantabria. Recorría en un “dos caballos” la región de punta a punta: todas las mañanas viajaba desde Bárcena de Pie de Concha a Carasa pasando por Gama.
“Me llaman más para que visite perros que para atender vacas”, le decía a mi amigo que era médico y ahora es un cirujano prestigioso.
En Madrid, y en 1979, cavilar sobre volver a Torrelavega de veterinario y no pensar en hacerlo como veterinario rural y con vacas era algo impensable si no un despropósito: Torrelavega era la capital ganadera de España.
“Hoy he hecho tres consultas de perros y ya casi veo más perros que vacas”, le insistía a mi amigo. “Así que ya lo tengo decidido: me lanzo y monto una Clínica Veterinaria, ¿qué te parece?”.
Era una tarde de verano y estábamos sentados en dos taburetes de la barra del emblemático Go-Gó y allí sellamos un pacto: él instalaba una clínica de cirugía estética en Santander y yo una clínica veterinaria en Torrelavega. Ya estaba decidido, ¡solo quedaba convencer a mi padre y poner en práctica el proyecto!
Al principio, un local pequeño, una mesa para consulta y una mesa de despacho representaban el todo y la nada. Eran los tiempos en que confundíamos un ”chiffonnier” (un mueble costurero) con una raza de perros.
Por fin daba por finalizado el tiempo en que hacía cirugías donde cuadraba (en el campo, en la mesa de la cocina) y me disponía a diseñar y construir mi primera clínica veterinaria. Eran los primeros días de 1980. Tres meses después, en marzo, atendía a mi primer paciente, un pekinés.
La primera gran revolución en el trabajo diario en mi clínica (y me consta que en más) se produjo cuando incorporé el primer microscopio. A partir de este momento amplié, de una manera importante, el diagnóstico de muchas enfermedades que hasta ahora solo existían en los escasos libros que sobre pequeños animales estaban publicados a finales de los años 70 y principios de los 80.
Otro hito importante se produjo cuando las 500 pesetas, tres euros, que cobraba por una vacuna de rabia a un perro ya no lo hacía yo: ahora contaba con una persona que iba hacer lo que más odiaba, cobrar. Había nacido lo que por aquellos días denominábamos “nuestra enfermera”.
En esos momentos aparecía una figura fundamental en nuestro quehacer diario: me estoy refiriendo a las auxiliares veterinarias, elementos importantes en una veterinaria moderna donde la especialización y el trabajo en equipo son las claves de un éxito seguro.
Después vendría la incorporación, como aparataje, de la procesadora, donde en tres minutos revelábamos las radiografías, terminándose así la perdida de tiempo y muchos malhumores y enfados.
Luego, creo que hacia 1987, cuando incorporamos nuestro primer electrocardiograma, descubrimos que los perros tenían corazón. Después vinieron, el ecógrafo, el contador celular (primero convencional y ahora de láser), el aparato para determinar los valores bioquímicos, el equipo de anestesia por gases y la monitorización.
Recuerdo mi primera cirugía en un Fox-Terrier realizada con el único material del que disponía entonces y que había adquirido en Toledo, cuando todavía era estudiante de la facultad de Madrid, en una fábrica del ejército que había declarado el cierre. Fue lo que ahora es un “carcinoma mamario infiltrativo tipo IV”, según Histological Classification of Mammary Tumors of the Dog and Cat y que antes era “un bulto en una teta”.
Otro importante cambio se produce cuando se incorpora, por primera vez, una anestesista al quirófano, única responsable de las anestesias y que te permite dedicarte en exclusiva a la cirugía. Atrás quedaron los tiempos de “mira, mira cómo respira”. Este hecho ha constituido para mí un cambio sustancial en la manera de trabajar en el quirófano, elemento fundamental en una clínica veterinaria. Un antes y un después.
La demanda en las clínicas veterinarias es también, como en otras actividades, algo cambiante. Desde el principio hasta aproximadamente 1995 apenas nos visitaban gatos. Los perros ocupaban el 98% de nuestro trabajo. En la actualidad se ha producido un cambio de tendencia, coincidiendo con el aumento considerable de la tenencia de gatos como animal de compañía en nuestros hogares.
En la actualidad y desde hace cinco ó siete años se ha producido otro cambio significativo, como es el desarrollo tan importante adquirido por lo que genéricamente denominamos “animales exóticos”; para ello muchas clínicas, la nuestra entre ellas, se han visto en la necesidad de contratar a verdaderos veterinarios especialistas en estos animales.
No puedo, tampoco, obviar el desarrollo tan importante que ha tenido la industria farmacéutica en el sector de los pequeños animales. Al principio, cuando comenzamos nuestro trabajo, no existían medicamentos específicos para nuestros pacientes: usábamos de manera exclusiva la farmacología de los humanos y por ello nos visitaban frecuentemente los representantes de los laboratorios de medicina humana. Hoy en día disponemos de terapias específicas altamente eficaces para afecciones que, hasta hace no mucho tiempo, no podíamos tratar. Estos medicamentos hacen posible que muchos pacientes puedan llevar una vida completamente normal, a pesar de padecer una enfermedad crónica.
Sin ninguna duda, el futuro discurrirá por el desarrollo y la profundización en los programas de terapia asistida por animales en la salud mental de las personas, T.A.A; por la generalización de los programas geriátricos; por el control de los procesos alérgicos; por la solución de muchos problemas ortopédicos con la incorporación del scanner y la resonancia magnetica, y la difusión de la adopción con el control del maltrato a los animales.
No podríamos entender la responsabilidad que sobre nuestros pacientes nos asignan sus dueños sin dedicar una parte importante de nuestro tiempo a la formación. Hoy en día es impensable ofrecer una asistencia veterinaria moderna, actualizada y de calidad sin la asistencia periódica y frecuente a los diferentes congresos que sobre pequeños animales se convocan no solo en España. A la vez, las estancias en otras clínicas constituyen una herramienta formativa imprescindible donde perfeccionar una técnica, un diagnóstico o, simplemente, para una puesta al día.
Hoy cumplimos treinta y tres años. Mas de treinta años de experiencia y de planteamientos innovadores que se concretan hoy en día en un proyecto completo e integral de atención al paciente con un trato personalizado. Mas de treinta años que nos comprometen, día a día, a continuar mejorando. Con la minima invasion ya presente, en la que para extraer un cuerpo extraño no nos hace falta abrir el estomago de un animal, y en la que podemos esterilizar cualquier raza y tamaño mediante dos incisiones de 2 cm, y el TC helicoidal en un futuro muy muy proximo, prometemos seguir esforzandonos en mejorar. En los 3 pìlares basicos. En una formacion continuada del personal, cada vez mas especializada, en un servicio ofertado a los propietarios, para estar siempre preparados por cualquier percance (horario de lunes a domingo de 9.00 a 21.00) y en inversiones para tener medios que nos ayuden a diagnosticar mejor y con mayor precision.
Un buen relato de una mejor evoluciòn. Felicidades, y muchos años màs para seguir creciendo. Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchas gracias.
Eliminar