En ocasiones el ladrido de nuestro amigo puede llegar a ser una fuente de contaminación acústica muy importante. En estos casos se trataría de un problema que puede causar un gran malestar en la familia, llegando a terminar con denuncias por parte de los vecinos, el abandono del animal o incluso la eutanasia.
A continuación os presentamos un protocolo de actuación frente a esta situación en ocasiones tan incómoda:
1. Identificar el/los estímulo/s que desencadenan con frecuencia el ladrido como pueden ser sonidos, personas desconocidas, otros perros...o el/los contexto/s diversos en los que aparecería ese ladrido indeseado, los más frecuentes son: defensa del territorio, ansiedad, miedo e incluso, reclamo de atención. También es interesante identificar el estado emocional de nuestro amigo en ese momento, con el fin de tratar la motivación de la conducta problema.
2. Evitar esos estímulos o contextos en los que se desencadene el ladrido. En cada caso plantearemos la estrategia más adecuada. Por ejemplo:
- Evitar o disminuir la intensidad de los sonidos que desencadenan la conducta.
Evitar la presencia cercana de otros perros, personas y ruidos intensos, sacándolo de paseo por lugares y a horas tranquilas.
Mantener al animal en la zona más tranquila de la casa.
¡¡Importante!! nunca obligaremos a nuestro perro a acercarse a estímulos hacia los que manifieste miedo, esto sólo empeoraría la situación.
3. Nunca reforzaremos las conductas inadecuadas intentando tranquilizar a nuestra mascota cuando esté ladrando, nervioso o ansioso, ya que a largo plazo sólo conseguiremos que esto se repita con más frecuencia. Por lo tanto, lo que se debe hacer es ignorarlo hasta que se calme, que será cuando le recompensemos con nuestra atención. Nuestro objetivo es hacerle entender que no conseguirá nada de nosotros mientras ladre.
4. Debemos evitar cualquier tipo de castigo, no se debe pegar o gritar nunca a un perro. Con ello sólo conseguiremos empeorar la situación. El único “castigo” a utilizar será la ignorancia. No obstante debemos tener claro que ignorándolo sólo no vamos a solucionar el problema. En cuanto al viejo debate sobre collares anti ladridos debemos sopesar si la eficacia, la cual avalan tantos estudios, compensa frente al bienestar del animal, ya que también existen numerosos estudios que tratan sobre el estrés que produce esta técnica de adiestramiento. Lo más conveniente sería dejarlo siempre en la recámara, como última opción.
5. Debemos reforzar las conductas adecuadas alternativas a la conducta que queremos hacer desaparecer. Para ello, volvemos a hacer hincapié sobre el hecho de hacer caso al perro siempre que esté tranquilo y relajado, para que aprenda que esa será la conducta a través de la cual recibirá atención de sus propietarios.
6. Trabajaremos sobre los ejercicios de obediencia, que son una importante herramienta para mejorar el vínculo y la comunicación entre el propietario y su mascota, además de ayudar al perro a desarrollar un autocontrol, y otra ventaja muy interesante es que podremos apoyarnos en ellos como herramienta de contracondicionamiento, ya que permiten proporcionar al perro conductas alternativas incompatibles con las inadecuadas, por ejemplo: sentarse relajado es incompatible con correr detrás de otro perro ladrando.
7. Mejoraremos el enriquecimiento ambiental, aportando elementos al entorno que estimulen al perro a realizar conductas adecuadas, siempre con una buena motivación. En este sentido, pruebas sencillas de trabajo olfativo podrían constituir una parte importante de este enriquecimiento.
8. La desensibilización y contracondicionamiento, que ya hemos introducido en el punto 6, es una parte muy importante del tratamiento. Su aplicación consiste en desarrollar un gradiente de presentación del estímulo, empezando siempre por la intensidad más baja si se trata de un sonido, o la distancia más larga si se trata, por ejemplo: de personas o perros. Según esto, lo que haremos será presentar el estímulo de manera que el perro lo perciba levemente, sin alterarse. Para ello podemos recurrir al contracondicionamiento con ayuda de la obediencia que habremos practicado con anterioridad. Una vez superado ese primer “nivel”, iremos, de forma lenta y progresiva, incrementando la intensidad del estímulo o acortando la distancia al mismo.
9. El empleo de psicofármacos, nutracéuticos y/o feromonas estará justificado en la necesidad de ayudar al perro a modificar su estado emocional para que sea capaz de relajarse y aprender. Sería en situaciones de miedo o ansiedad muy intensas o cronificadas, en las que los propietarios tienen problemas para aplicar los protocolos explicados.
A todo lo ya comentado, añadir que cuantos más problemas coexistan y más crónica sea la situación, peor pronóstico tendremos. Por ello es importante empezar cuanto antes con las pautas comentadas, para prevenir que un simple ladrido puntual acabe convirtiéndose en un problema con un final muy poco feliz.
Tomas Bustamante Perez
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